"El Holocausto nunca se debe volver a producir" son las inteligentes palabras que Barak Obama pronunciaba este mismo año en el homenaje a las víctimas del Holocaust, sucedido hace ya 65 años.
El tesón contra el olvido del Holocausto lo encarna el "violinista de Auschwitz", Jacques Stroumsa, de 97 años, un judío sefardí pequeño de estatura pero con enorme memoria de la ignominia. En el campo de la muerte perdió a su mujer embarazada de ocho meses, a sus padres y a sus hermanos. Ingeniero electrónico de profesión y violinista de vocación, Stroumsa fue deportado con 31 años desde la floreciente Salónica, la "Jerusalén de los Balcanes", al "campo de la muerte" de Birkenau, al sur de Polonia, adonde llegó el 8 de agosto de 1943 y de donde salió el 8 de agosto de 1945.
"Después de la primera noche nos agruparon. Eramos unos 700 y nos preguntaron: "¿Quién toca un instrumento? Y yo pensé: Estos son tontos. Aquí es el infierno y nos piden música", explica. "Pero mis compañeros me susurraban... Jacques, Jacques, diles que tocas el violín. Sería bueno para todos". Y así y tras un tortuoso diálogo con el oficial alemán, Stroumsa pasó a deleitar a sus captores con melodías de Mozart, de Beethoven, de Schubert o de Wagner "porque los alemanes son músicos en el alma". A Stroumsa, con tatuaje en el brazo número 121.097, le salvó su violín y su grandeza moral.
"Después de la primera noche nos agruparon. Eramos unos 700 y nos preguntaron: "¿Quién toca un instrumento? Y yo pensé: Estos son tontos. Aquí es el infierno y nos piden música", explica. "Pero mis compañeros me susurraban... Jacques, Jacques, diles que tocas el violín. Sería bueno para todos". Y así y tras un tortuoso diálogo con el oficial alemán, Stroumsa pasó a deleitar a sus captores con melodías de Mozart, de Beethoven, de Schubert o de Wagner "porque los alemanes son músicos en el alma". A Stroumsa, con tatuaje en el brazo número 121.097, le salvó su violín y su grandeza moral.
Basándose en esta realidad, Mª Àngels Anglada escribió en el año 2007 "El violí d'Auschwitz" una novela dolorosa, la historia de un violín que fue creado en medio del horror. Aún siendo durísima, transmite sin embargo, la esperanza en el género humano, en la salvación por el arte, en la hermosura y el trabajo.
Daniel es un luthier judío de Cracovia que sobrevive en el infierno del campo de exterminio de Auschwitz trabajando de carpintero. Sus condiciones de vida son infrahumanas, y los abusos, los castigos y la muerte son compañeros habituales de los reclusos como él. A raíz de un accidentado concierto, el comandante del campo, Sauckel, que es aficionado a la música clásica, descubre el verdadero oficio de Daniel y decide ponerlo a prueba: tendrá que construir un violín que tenga un sonido perfecto. Daniel se pone manos a la obra, sabedor de que la gran pasión de su vida es ahora también su única salvación.
El violín de Auschwitz es una pequeña obra maestra que se lee con el corazón en vilo, una historia conmovedora que proclama la pervivencia de la dignidad humana incluso bajo las circunstancias más brutales.
Escuchando la "Follia" de Arcángelo Corelli que aparece en el libro, aún se me escapa alguna lágrima...
Y pensar que aún queda gente estrecha de miras que no entiende lo que fue el Holocausto, que provocó la perdida de TANTOS millones de personas!!! Si no lo creen, prepárense y lean ESTA ENTRADA llena de mentiras y barbaridades, donde un pobre inculto compara los nazis con los catalanes!!!
Yo que soy pero que muy mal pensado, me pregunto ¿y si alguno cambia judíos por españoles?, se asemeja mucho a lo que cada día ocurre en Cataluña ¿o es Catalonia?. Las diferencias (los campos de exterminio seguro que más uno en aquellas tierras lo habrá pensado para toda la caverna españolista), cada día se acortan...
Para acabar, les dejo más documentos reales sobre la vida de Jacques Stroumsa en Auschvitz:
-Una entrevista a Jacques Stroumsa en Tv3 el 2005: http://www.tv3.cat/videos/183407230
- Testimonio de Jacques Stroumsa en archivo sonoro:
-Un Fragmento de una entrevista a Jacques Stroumsa en "Semanario Hebreo" (entrevista completa AQUI)
P: Usted es conocido como "el violinista de Auschwitz". ¿Qué significaba eso? ¿Qué tenía que hacer?
R: Yo no sabía que en Auschwitz, Birkenau, en los diferentes campos de concentración, había también una orquesta. Ellos necesitaban músicos, sobre todo violinistas. Fue una gran sorpresa para mi cuando la primera noche mía en Auschwitz, uno de los oficiales preguntó si había entre nosotros alguien que tocaba bien el violín. El violín para mi era una parte importante de mi vida. A los pocos años de empezar violín, yo ya era primer violín en la Orquesta de Macabi, por ejemplo.
Luego en la orquesta de la División militar en la que yo hice mi servicio militar en el ejército griego. Siempre seguí estudiando violín y no se me olvidó nunca.
P: En lo personal, se alegró por supuesto de poder tocar violín.¿Pero no se preguntó para qué una orquesta en ese infierno? ¿Cuál es la lógica?
R: Está claro que eso fue para mi un golpe en mis sentimientos. No podía imaginar que la música entrar al campo de concentración.
P:¿Para qué había orquesta?
R: La pregunta es muy buena. La orquesta era sobre todo para considerar que los judíos que vivían en el campo, salgan como soldados al trabajo en la mañana y entren como soldados al son de la música militar, de regreso del trabajo, por la noche. La orquesta servía también a los alemanes, a los que les gustaba mucho la música. Ellos mismos querían oír melodías que ellos conocían, tocadas por los prisioneros.
P: ¡Qué locura!
R: Era una locura más. Sin locura no se podía comprender Auschwitz. La locura era que nosotros éramos obligados inclusive a cantar, cuando estábamos en grupo, para ir al trabajo o cuando estábamos en el trabajo. Está claro que no teníamos ningún humor ni ningún deseo de cantar. Nos obligaban. Creo que en cierto momento la música hacía más dulce el sufrimiento.
P: Uno se olvidaba por unos minutos...
R: Así es. Por unos minutos uno se olvidaba. La música tiene un poder enorme.
P: ¿El violín lo salvó?
R: Creo que se puede decir que una de las cosas que me salvó, moralmente si cabe el término, era la música, el violín.
P:¿Diría que eso le salvó la salud mental?
R: Sin duda. Eso fue absolutamente lo que me salvó. A mi la música me salvó mentalmente, moralmente, filosóficamente. Siempre oía las palabras del jefe de mi bloque, después de tocar el violín la primera noche dentro del campo, que me dijo en alemán: "Espero que no te mueras aquí". Eso me lo dijo el comandante de la barraca en la que dormíamos.
P: Le gustó como usted tocaba el violín..
R: Yo había tocado el Concierto en La Mayor de Mozart, brillantísimo. Y te cuento otra cosa que no te vas a creer. Al otro día, cuando todos se habían ido al trabajo y yo estaba tocando el violín, un SS me oyó y gritó: "No pares de tocar". Yo seguí tocando y el SS me puso un cigarrillo en el bolsillo de mi ropa. El violín me hizo ayudó a sobrepasar esas horas terribles. Me ayudó moralmente.
P: Usted tenía el violín con usted todo el tiempo?
R: No, quedaba siempre en la casa de música, lo que llamaban el conservatorio. Lo tomábamos de mañana y de tarde de nuevo para tocar. El domingo pedía permiso para tomar el violín y tuve la idea de ir a tocar en el sitio que servía de hospital. Un día, años después, cuando yo estaba preparando mi Doctorado en el Tejnion de Haifa, tuve el agrado que mientras tomaba un café, el dueño del café resultó haber sido un prisionero que recordó que yo había tocado el violín cuando él estaba enfermo.
P: Cuando usted cuenta de las reacciones de los nazis a su música y el hecho que había un "conservatorio", el pensamiento que me viene a la mente es que parece más monstruoso todavía que alguien que se presente como amante de la cultura, sea capaz de los crímenes que los nazis cometieron.
R: Es verdad. Por una parte había crímenes y por otra parte, el mismo comandante del lagger, tenía un deportado que le tocaba violín.